<<Nada sale como lo planeado. Todo se romperá. Las personas dicen
adiós a su propia manera>>
Aparcó su auto viejo (aunque
nuevo para él) debajo de un árbol en el estacionamiento del hospital. Apagó el
motor y puso el freno de mano. Se quedó mirando al frente a sus demás colegas
quienes iban llegando o saliendo de guardia. Dio un suspiro y esperó a que
terminara la canción que estaba sonando en su radio. In my veins, de Andrew Belle parecía justa para esa mañana.
La noche anterior se había
despedido de su novia Carol, la neuróloga con quien había pasado un año a su
lado. Era la mujer de quien Quentin Blake se había enamorado desde la escuela
de medicina, pero no había tenido el valor de intentar algo con ella sino hasta
hace un año cuando se reencontraron en la sala de urgencias, cada uno con una
vida y carrera ya hechas (o bueno, sólo ella quien ya era titular, debido a que
Quentin al ser menor, seguía siendo residente de urgencias).
Sabía que el contrato de Carol
era algo temporal y que este día llegaría, pero aun así no pudo evitar
acostumbrarse a su presencia y amor.
<<Oh, estás en mis venas y no te puedo sacar. Las personas dicen
adiós a su propia manera>>
Anoche en el aeropuerto habían
tenido una despedida un tanto dolorosa, pero a la vez feliz. Dolorosa porque
ambos acordaron el no maltratar su relación de cariño, amor, amistad y respeto
el uno por el otro intentado mantener una relación a distancia, por lo que
dejarían de ser novios. Feliz, porque se prometieron cumplir sus metas trazadas
en su carrera y si la vida lo decidía, estarían el uno para el otro para cuando
ambos alcanzaran sus objetivos. Carol regresaría al hospital donde trabajaba
antes en Boston a terminar la última fase de su ensayo clínico, puesto que el
Hospital General en el que se encontraban ya no podía ayudarla más. Su objetivo
era exponer los resultados de su trabajo original en el Congreso Internacional
de Medicina del próximo año.
Quentin por otra parte, tenía que
quedarse en el Hospital General a terminar su último año de residencia en
urgencias y justo en este último año, el Jefe del Servicio, el Dr. Jamie
Harper, lo había nombrado Jefe de Residentes.
<<Todo cambiará. Nada queda igual […] Oh, estás en mis venas y no
te puedo sacar. >>
La canción había terminado, por
lo que tomó su termo con el poco café que le quedaba de esta mañana, sacó del
portaequipaje su maleta con su uniforme quirúrgico dentro y su bata recién
lavada y una vez cerrado el coche, caminó hacia la entrada principal del
hospital.
Se detuvo un momento antes de
entrar para admirar el edificio que tenía frente a sí. No por su belleza ni por
su tamaño, sino por lo que había significado para él en estos últimos 4 años
desde que llegó a esta ciudad a hacer su residencia. Trataba de asimilar que,
al cruzar esa puerta, su último año como residente comenzaría. Quentin dibujó
una sonrisa en su rostro para sí mismo (aunque no pudiese verla) dejando de
lado todos sus pensamientos sobre Carol por un momento, inhaló una buena
cantidad de aire que llenó sus pulmones, tomó impulso y cruzó las dos grandes puertas
de vidrio, saludando como todos los días a Karen, una mujer de color, alta y
robusta quien era la guardia de seguridad de la entrada del hospital.
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La sala de urgencias del hospital
se encontraba inusualmente vacía esa mañana, no así la madrugada de hoy. Una
vez que se hubo cambiado su ropa casual a su uniforme quirúrgico, Quentin Blake
se dio cuenta que su uniforme cada vez le quedaba más ajustado en los hombros y
la región pectoral, producto de su trabajo en el gimnasio. Apuntó en su mente
el comprar una talla más grande de quirúrgicos para sentirse más cómodo yendo
de aquí para allá por el hospital. Se reunió con sus nuevos internos quienes
afortunada o desafortunadamente habían tenido ya su primer guardia nocturna
incluso antes de recibir su bienvenida oficial con el resto de la generación de
nuevos internos del hospital.
La señora McClusky, quien había
llegado esa noche con un intenso dolor en la región del epigastrio y un con un
tinte ictérico en las escleras se encontraba postrada en su camilla, un tanto desorientada
por el medicamento para calmar el dolor que le habían administrado por vía
intravenosa. Cuando la paciente entreabrió los ojos y observó un montón de
figuras humanoides congregadas alrededor de su camilla se incorporó tan rápido
como pudo, un poco espantada. Cuando sus cada día más opacos ojos obtuvieron
una imagen más definida, lo primero que notó fue a un muchacho muy bien
parecido quien dirigía la conversación con los demás muchachos aún más jóvenes que
éste.
El atractivo muchacho de un
cabello castaño muy claro y unos ojos verdes se había presentado con ella como
el doctor Quentin Blake al cual no le calculaba más de unos 30 años, y aunque
le resultaba algo joven como para ser el doctor en jefe del resto de los
muchachos, a la señora McClusky le constaba que era el único
de ellos que en verdad sabía lo que hacía.
-Entonces, doctora… -Quentin leyó
el gafete de la chica de lentes con cabello despeinado que tenía frente suyo-
Ramírez, ¿cómo se encontraba la paciente cuando llegó? ¿qué mostraba su
exploración física?
La anciana mujer del tinte ictérico
veía cómo la chica Ramírez buscaba agitadamente entre su libreta de notas, algo
que pareció molestarle al doctor Blake…y a ella.
-No necesitas eso para contármelo
-dijo, con una mirada desaprobadora.
Quentin se acercó a la paciente y le
pidió permiso para explorarla. De algún modo éste chico se había ganado la
confianza de la señora McClusky. Después de que el doctor Blake le hiciera
algunas preguntas más acerca de su padecimiento y antecedentes, éste le explico
que le harían más estudios para tener una visión más clara de su diagnóstico
presuntivo y que era importante descartar algunos otros posibles diagnósticos.
Pronto sería ingresada a piso y dejaría la incómoda camilla de Urgencias
.
Vio que el pequeño grupo de
doctores se desplazó por las siguientes dos camillas con el hombre que había
llegado por dificultad para respirar y la chica de preparatoria que según
escuchó decir a las enfermeras, había ingerido todo el frasco de pastillas para
el dolor de su botiquín.
El doctor en jefe llevó a sus
residentes al cubículo de shock-trauma vacío para discutir los casos de los
tres pacientes que tenían esa mañana.
-Comencemos con la paciente
McClusky. Doctora -señaló a la misma chica de lentes de hace un momento-
presenta tú.
-Es una femenina de 68 años que
llegó al hospital esta madrugada por un dolor de intensidad 10/10 en la región
del epigastrio de carácter sordo, el cual inició desde hace un mes con una intensidad
leve, pero refiere que en las últimas 24 horas el dolor ha sido constantemente
intenso, sin agravantes ni atenuantes por lo que decidió acudir a Urgencias y
como acompañante refiere cansancio y fatiga desde hace un mes. También se
agregó un tinte ictérico en escleras en el transcurso de la tarde del día
anterior y esta madrugada.
La doctora Allegra Ramírez fue
interrumpida por su residente quien realizó un ademán para que detuviese su
relato.
-Tú -señaló al chico de ojos
rasgados y labios grandes que se encontraba al lado de Allegra - ¿Qué parte del
interrogatorio que hice a la paciente te interesaría resaltar?
-Bueno… -al chico le ponía de
nervios la mirada desafiante del doctor Blake- la paciente negó alcoholismo y
el resto de hábitos nocivos.
-También tiene antecedente fam…
-dijo rápidamente otro de los internos, uno de estatura alta y de cabello
rizado a quien Quentin notó que le quedaba corta la bata de las mangas y al
que, con otro ademán también lo hizo callar. - ¿Te pregunté a ti?
-No señor -respondió el alto, un
poco sorprendido. -Doctor, quise decir -corrigió.
- ¿Te ayudó el comentario de tu
compañero, doctor? -preguntó Quentin al chico de ojos rasgados. -Te dio una
pista muy importante.
-A decir verdad… -el chico de
ojos rasgados se quedó en blanco.
- ¡Vamos gente! Doctora Ramírez,
¿Qué más encontraste a la inspección?
-Se veía muy delgada, me dijo que
había bajado mucho de peso.
- ¿Cuántos kilogramos? ¿Y en
cuánto tiempo?
-Emm… no se lo pregunté
-respondió la chica, apenada.
- ¡No se lo preguntaste! -exclamó
Quentin, desesperado.
-Yo sé que ustedes lo saben. Al
menos eso pienso, no creo que hayan sido aceptados como internos en este
hospital sin ser capaces de resolver esto o de otra forma tendría que
informarle al doctor Harper (el jefe de Urgencias) que necesita un nuevo
sistema de selección de personal. Así que… -comenzó- paciente femenina de la tercera edad con
antecedente familiar de cáncer de mama, dolor epigástrico, cansancio y fatiga
crónicos, tinte ictérico en escleras, pérdida de peso sin una razón aparente.
Si ustedes pidieran un estudio de imagen… ¿qué verían?
Los tres internos se miraron
entre sí. El doctor Blake apretó su mandíbula con fuerza y frunció el ceño al
mismo tiempo que inflaba su pecho y se ponía los puños cerrados en la cintura,
desaprobando el silencio de los jóvenes médicos.
-Una masa, están buscando cáncer
de páncreas. De la cabeza principalmente, por orden de frecuencia -dijo un
doctor delgado y de pequeña estatura quien se encontraba cruzado de brazos recargado
en la puerta del cuarto viendo la escena.
La doctora de lentes veía cómo
cambiaba el semblante del gruñón doctor Blake a uno sorprendido y feliz. Al
parecer, estos dos doctores se conocían bien y llevaban tiempo de no verse.
-Vine a decirte que tenemos una
cama disponible en piso de Cirugía, puedes subir a tu paciente en cuanto gustes
-agregó el pequeño doctor de la puerta, con una sonrisa hacia Quentin. Se veía
que era un buen tipo.
- ¿Ven? -dijo a los internos,
supinando su antebrazo hacia el doctor de la puerta. -Ahí lo tienen.
Quentin leyó la hora en su reloj
y pareció preocuparse.
-De acuerdo. Tenemos que estar en
10 minutos en la sala de conferencias para su Bienvenida y la de los nuevos
residentes a Urgencias, adelántense y los veo allá.
Los tres doctores se movieron tontamente,
chocando unos con otros. Quentin entendió que no sabían hacia dónde ir.
-Está en el segundo piso. Y
terminaremos con esta sesión de caso en cuanto termine la reunión, así que
tienen hora y media para investigar todo lo que puedan de cáncer de páncreas en
sus teléfonos móviles, y también quiero al menos dos diagnósticos
diferenciales. ¡Vayan!
Ahora sí, los chicos dejaron la
habitación.
Leonard Richards, el doctor que
se había quedado en la puerta echó una mirada a Quentin riéndose, pero a la vez
negando con la cabeza en desapruebo a su estilo de enseñanza. Ambos amigos se
acercaron el uno al otro y se dieron un abrazo y fuertes palmadas en la espalda
mientras reían a carcajadas.
- ¡No puedo creer que sigas
usando lo de inflar el pecho y tu cara de matón!
- ¡Pero si así es como aprenden!
Tú lo hiciste, hace un año. ¿Cómo te fue en tus vacaciones?
- Dormí todo lo que no había
dormido en mucho tiempo, créeme.
- Y bien… ¡quiero verlo! -le
instó Quentin, girando a su amigo Leo para ver el logo que tenía bordado en el
brazo izquierdo de su bata. - ¡Vaya! Servicio de Cirugía General -le dio una
palmadita en el hombro.
- ¡Es genial, verdad! Y lo mejor
para ti es que comenzaré rotando en Urgencias, así que nos veremos seguido al
menos este primer mes.
- Perfecto. -Hizo una pausa, y
luego miró con complicidad a su amigo. - ¿Ya viste a algún residente para ti?
-soltó un sonido parecido a un chirrido.
- ¡No, no! -Richards le dio la
espalda a Quentin -el año pasado tuve suficiente drama con residentes. El
pequeño doctor esperó el comentario de su amigo, pero había silencio. Se giró
de nuevo hacia él y continuó - ¿Quentin? Esta es la parte en la que te ríes de
mi por haber tenido un intenso crush
por ti el año pasado.
Leo Richards vio que su amigo
dirigía la mirada hacia alguien fuera en la sala de urgencias. Nunca lo había
visto de ese modo. Apretaba la mandíbula y notó que los ojos comenzaban a tornársele
húmedos y estaba casi seguro que podía escuchar su corazón latir aceleradamente,
aunque claro está, era una exageración. Su mirada reflejaba rencor e ira hacia
la persona que estaba fuera.
- ¿Quentin? -le llamó,
preocupado.
- ¿Qué hace él aquí?
- ¿Él quién?
Leo vio como un grupo de nuevos
residentes -quienes eran internistas, a juzgar por el logo en sus batas -salían
de la sala de urgencias.
- ¿Te encuentras bien?
Quentin no quiso dar detalles en
este momento, así que reponiéndose rápidamente dijo:
- Tengo que ir a dirigir la
Bienvenida, me voy.
Y salió huyendo de la habitación.
- ¡Espera hombre! ¡Si yo también
voy para allá! -le gritó Richards, yendo tras él.
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La sala de conferencias del
Hospital General era algo de lo que el jefe estaba orgulloso
de mostrar. Con capacidad para trescientas personas, el recinto había albergado
numerosos congresos estatales de medicina, y estaba de sobra decir que cuando
algún departamento como el de Urgencias necesitaba organizar un evento de
bienvenida para sus nuevos internos y residentes era algo con el que el Jefe
del Servicio, el doctor Jamie Harper, podía contar.
Ansioso por dar su discurso de
bienvenida a los chicos, un Jamie Harper ya entrado en años veía las caras de
todos aquellos quienes estaba seguro que con su trabajo, pondrían en alto al
Servicio de Urgencias. Todo estaba listo para comenzar, salvo su jefe de
residentes, el doctor Quentin Blake.
Continuará la historia en la próxima entrada
Curiosidades:
1. Es la primera vez que Jamie Harper (el protagonista de la historia principal) hace una aparición en la historia de Quentin. En las entradas previas sólo había sido mencionado.
Entradas que tal vez quisieras leer:
Para conocer la historia de Quentin y Carol: La neuróloga, Flores a la mesa
Música del blog:
Andrew Belle - In my veins